Descripción
Si la inteligencia se mide como el arte de resolver problemas cotidianos con creatividad y humor, no yerro al decir que mi mamá, Ana María Rivarola Matto es una mujer muy inteligente.
La mirada curiosa unida a una mente abierta, pienso que le viene de tanto repetir a los gritos, desde muy niña, con todos sus hermanos el verso coreado de Espronceda, que dice «» Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar». Esta poesia marco con fuego a todos los Rivarola Matto.
Lectora empedernida, la vi de muy niña leyendo en la cama como un mbopi, un libro, una revista, un diario viejo. Dueña de una memoria excepcional, recuerda todo hasta con ínfimos detalles, porque nunca se limitó a ver, sino que siempre miró, observó.
Pese a vivir muchas veces con lo mínimo -o menos- siempre mejoró su entorno, plantó árboles, construyó huertas, crió animales, enseño con el ejemplo. Siempre comimos sobre un blanco mantel almidonado con puntillas de crochet, hecho de bolsa de azúcar.
Su sentido de libertad le hizo pagar precios familiares y sociales muy altos, pero hoy, a sus noventa años, reconocemos que es una triunfadora de la vida y como dice mi hermana Angélica, una maravillosa Ave Fénix, que renació mil veces de sus cenizas.