Descripción
«Augusto Roa Bastos fue un testigo privilegiado de la naturaleza: nació en la verde ciudad de Asunción y, siendo un niño, fue mudado al interior del Guairá, a una selva donde el verde explotaba: el Paraíso Terrenal que imaginaron y buscaron tantos soñadores; su escritura desborda esa brutal, maravillosa y deslumbrante naturaleza.
Paradójica y simultáneamente fue también testigo del inicio de su destrucción, a medida que se erigían los ingenios azucareros, con sus utensilios, artefactos e industrias de destrucción, embadurnando el verde con las columnas de humo de las procesadoras que convertían las cañas naturales, las takuaras mágicas y sonoras de los guaraníes, en azúcares para el consumo; el contraste entre la tierra virgen y salvaje desvirginización del «monte».
Y el shock del choque de los dos mundos lo convirtió en testigo de cargo de la salvaje historia de la civilización contra el medio ambiente».
Antonio Carmona